sábado, 17 de enero de 2015

"Abrazarme fuerte, que empezamos"

Comencé a jugar a este sube y gana hace demasiado tiempo para acordarme del principio. No por placer, sino por obligación me monté al dichoso objeto. No voy a decir que me apuntaron con un cañón de pistola en la sien, pero, me vi en la tesitura de tener que hacer lo que se esperaba de mi. 

Siempre se espera demasiado de nosotros y debemos cumplir con la deferencia de, por lo menos, intentar satisfacer esas expectativas que se tiene por miedo a defraudar. 

Bien, pues, me esforcé, juro que me esforcé por mantener la situación en su punto álgido, pero no pude. Todo cayó en picado, y no tuve más remedio que seguir la trayectoria, ya que, una vez que entras en una senda es imposible pasarse a otra (por no decir los riesgos que entrañan), y yo, bastante aventura tengo ya por delante como para enfrentarme a imposibles. Porque, por mucho que me empeñe en que todos los imposibles tienen posibles, yo no me encuentro en la situación propicia para ponerme a desenfundar mi espada y buscar entre la selva amazónica posibles que tardan mucho en apareces. 

Decidí así continuar mi aventura río abajo con mis escasas provisiones y mi cansancio físico y mental. Pero aún así logré mantener todas mis barreras activadas en su plenitud. 

Pasaron meses, años, y las rocas iban rasgando el curioso chisme que llamaba barca... 

Logré pasar unas cuantas cataratas. Siempre creía que esa sería la última que bajaría, y que no quedaría mucho camino hasta la meta (que todavía no tengo muy claro cuál o qué es).

Los víveres cada vez disminuían más, y mis barreras comenzaron a flaquear.

Entonces, me vi obligada a frenar. Viré para acerqué a la orilla, y como pude amarré al cachivache que me servia de transporte a una gran piedra cercana a tierra firme.

Desenvainé mi espada tan alerta como pude y me adentré en la selva en búsqueda de un lugar donde reponerme, encontrar víveres, y si hubiese algo de suerte, dormir. 

Y... Juro que nunca tuve tanta suerte en mi vida. Encontré todo eso en un pequeño campamento que parecía abandonado. Me acerqué lo más silenciosa que pude. Si me hubieseis visto... Parecía un torpe detective de dibujos animados. Cuanto más despacito y menos ruido pretendía hacer, más hacía... Pero, en fin, ya me conocéis, soy así. 

Lo dicho, conseguí víveres, algunas herramientas para arreglar, o mejor dicho, mejorar mi "barca", hice una ridícula hoguera, y me acurruqué dispuesta a pasar la noche al lado del fuego.

En mitad de la noche oí algunos ruidos. Y, ahí estabais. Comenzasteis a hacer ruidos extraños y no lo puedo negar, ya entonces sabía lo que me esperaba a vuestro lado. 

No sé por qué, pero, os debí caer bien en un principió. No debí oler muy apetitosa, y no me comisteis. Yo diría que os encendí el instinto de protección. 

Me quedé unos días con vosotras, y fue lo suficiente para hacernos de entender mediante gestos, signos e incluso dibujos. Yo os empecé a enseñar un poco de mi idioma al que denominasteis "cursil", y vosotras me enseñasteis a espantar "beeeeeeeeeees" (que resultaban ser ovejas). 

Cuando me acerqué a mi barca, se me cruzó una idea terriblemente fantástica. Os elegí para cruzar este sinuoso río. Me elegisteis para que os acompañase en ciertos momentos tribales. Me convertí en alguien de vuestra tribu. Os convertisteis en parte de mi tripulación y en algo extremadamente importante en mi vida. 

Así que, antes de reanudar la hazaña, os conté el plan, y aquí nos encontramos. Aunque no os guste tanto mi idioma "cursil", callaos y abrazarme fuerte, que empezamos.