domingo, 30 de noviembre de 2014

Agua hirviendo.

Sigo bañándome en agua hirviendo.

Quizás así, como un germen, se marcha tu recuerdo.

¡Qué fácil era todo antes!

De mis diecisiéte navidades, dieciéis las pasé sin ti, y una contigo pero sin mi.

He vuelto a bañarme en agua hirviendo, pero parece que no me quemo. Parece que ya no siento...

Quizás en la piel humeante y rojiza hallo consuelo de haberte encontrado pero no a mi lado.

Ya ningún abrazo me da calor. Y es por eso por lo que me baño en agua hirviendo.

Comenzó como un síndrome contra la suciedad. Sentía que algo fallaba en mí.

Continuó como rutina y se convirtió en nuestro baño de volcanes.

Y fue entonces cuando desapareciste.

Me quedé sola, intentando olvidar tu recuerdo, o más bien, revivirlo.

Y vuelves a aparecer.

Y te vas.

Como si de un juego con un niño se tratase.

Cucú, apareces.

Tras, te vas.

Y tras de ti me dejas como siempre, a la espera de un cucú cada vez más alejado.

Y sigo bañándome en agua hirviendo.

Ya no sé si por costumbre, o por recuerdo.

O más bien para que las arrugas se noten menos

martes, 25 de noviembre de 2014

No me quieras

No me quieras.

¿Por qué me quieres? 

No quiero que me quieras, porque si me quieres, querrás que te quiera y yo no quiero quererte. Porque, cuando yo quiero, quiero de verdad, y tú, no vas a quererme como yo quiero que me quieras. 

Yo quiero que me quieras rápido y despacio. Lento y suave a veces, rápido y feroz otras. De noche y de día.Quiero que quieras quererme pero que te de miedo hacerlo. Quiero que quieras comerte las ganas a besos, a te quieros o a miradas, pero dejarnos las caricias de postre.

Yo quiero que quieras que juguemos juntas, pero no quiero que quieras jugar conmigo. Quiero que quieras sanar los cien mares revueltos que tengo en los ojos, que, cada dos por tres se desbordan en lágrimas. Quiero que quieras creer que puedes salvarme.

Y sobre todo, quiero que quieras reconstruir los doscientos pedazos de mi corazón.

Pero, tú, no me vas a querer así, porque, así solo quiero yo, y yo no quiero querer a alguien que quiere como quiero yo.

Quiero que quieras haberme querido, porque, ves, yo no quería quererte, y todo ha quedado reducido en que te quiero a cuenta de que tú querías jugar a quererme.

domingo, 23 de noviembre de 2014

Olas de alcohol.

El whisky derramado por encima de la mesa, busca la manera de encontrar el suelo. Busca la manera de encontrarnos ahí abajo, bailando, y, como un tsunami, arrastrarnos al fondo de lo lúgubre. Intenta llevarnos a la decadencia pegajosa de un bar.
No sabe, ese añejó brebaje, que tú, hace mucho que abandonaste el suelo para alcanzar la cumbre de la felicidad, y yo, hace mucho que estoy pisoteada, pegada en la suela de cualquier desconocido que me quiso llevar a ver un amanecer más.
¡Qué estúpido es el whisky! Aún nos ve juntas, de la mano, en aquella alegre tristeza. Alegre por tu parte, tristeza por la mía. 
Tú siempre fuiste sonrisas y, yo... Siempre fui lágrimas. Tú, tan, 'vamos a bailar', y, yo, tan, 'vámonos del bar'. Y así fue, claro que saliste del bar, pero saliste sin mi, y yo, me hice diminuta.
Las promesas que sirvieron de pegamento se desvanecieron, y tú, te quedaste en mis sueños. Y yo, ya no se qué hacer, porque sin ese pegamento, no soy más que mil pedazos pisoteados y pegajosos. Y el whisky me alcanza, me arrolla, me hace fundirme en la masa más asquerosa de sentimientos y alcohol.
Dicen que el alcohol sirve para curar las heridas, pero nunca dicen lo que escuece. Nunca cuentan que por mucho que cure las heridas, el alcohol no recompone la ausencia de una parte de ti. 
Y ahora, con whisky o sin el, pegajosa y sucia, sigo siendo tristeza, sigo siendo el mayor de mis problemas.
Estoy igual que siempre, pero, sin ti, más vacía y más estúpida.