viernes, 26 de diciembre de 2014

No pude.
























Traté de escribirte otra vez.


No pude.


Intenté describirte de nuevo.


No pude.


Y quise olvidarte.


Tampoco pude.






















domingo, 14 de diciembre de 2014

Ella ya no sabe volar

Ella, tan bonita como ninguna, tan triste como todas, y, sin embargo, más brillante que la luna.

Ella, tan tormenta y arcoiris al mismo tiempo. Con sus rayos y truenos que rompen los esquemas de cualquiera cuando se pone tacones.

Ella, que sonríe poco, pero cuando lo hace provoca huracanes que derriban a todo lo que se la interponga. Y, si alguien fuese capaz de descifrar su mirada, lloraría sólo de imaginar cuán ruinoso está su interior.

Ella, tan rota como una muñeca de porcelana en aquél baúl de los recuerdos, en el desván de tus abuelos.

Ella, tan juguetona con quién no quiere y tan distante con quien lo hace. No dejaba, ni deja que la quieran por miedo a querer. Por miedo a quererse. No sabe quererse, y tampoco quiere aprender a hacerlo.

Ella tan yo y yo tan ella que ni nos asemejamos.

Ella es simplemente ella y yo soy solamente yo.

Ella ya no sabe volar. Ha perdido las alas de ángel que tanto la costó ganar, y ahora en vez de surcar los cielos, vuela bajo tierra. Y ese, es un deporte que sólo la he visto practicar a ella.
Volar en lo alto del firmamento estrellado para caer en picado bajo tierra.
Perderse para encontrarse sin querer.
Estar acompañada demasiado sola y sola demasiado acompañada, y quizás por eso prefiere la soledad escogida a la impuesta.

Ella se cansó de las tergiversaciones de su historia, de los giros inesperados del destino y de mi.

Ella ya no quiere versos, sino besos. Besos de esos que no solo te llenan la boca. De esos que sirven para sus versos.

Ella, con su ímpetu de sobrevolar la ciudad, terminó "infravolándola", cómo si del metro se tratase, y con su vestido, sus tacones y su pintalabios rojo va en búsqueda de ese beso para sus versos. A veces, quiere creer que lo ha encontrado en los labios de cualquier desconocido, en un bar perdido. Pero, normalmente, entre copa y copa se escapa al baño, echa las mariposas alcoholizadas que revoloteaban como si aún fuese una adolescente, y se larga, a poder ser, por la ventanilla del lavabo para hacerlo más dramático.

Ella es la reina del drama, y ha llegado a la conclusión de que, quizás, su verso perfecto no existe...

Ella ya ni sobrevuela ni "infravuela", ella se infravalora.



Es más fácil querer las heridas ajenas a las de uno mismo...


sábado, 13 de diciembre de 2014

En resumen...

La prisión de mi pecho me encierra cada vez más y más al fondo. Esperando que, si me quedo el rincón oscuro de ese lugar que me ha reservado, llorando, me sienta libre. Pero no entiende esa ansiedad, que yo no soy alguien de quedarme sola. No entiende que ese, precisamente, es uno de mis mayores miedos… O, eso me dijo el corazón.
Estúpido corazón. Es tan grande que necesitaba escapar de la prisión en la que se hallaba, dónde estoy ahora.

Huyó con una mano detrás y otra delante por si le alcanzaba algún disparo de más. Aunque… Ya sabemos todos que mi corazón está totalmente agujereado.
Se marchó sin esperarme, a mí, que vine a liberarle. A mí, que es a quién pertenece… O, eso se supone…

Llevaba tanto tiempo escondido, que tenía que sacarlo de este oscuro lugar. Y ahora entiendo el “porqué” de esa huida tan despavorida.
Ese órgano tan traicionero, supuestamente vital, huyó sacrificándome para unirse con mi alma…

¡Cómo si aún existiese! Pero, claro, el corazón aún se encontraba en estado de embriaguez por tu efecto cuando vendí al diablo lo poco que me quedaba de alma por ese último compás. Por ese último baile. Por ese último hilo que se quedó colgando de ese tejemaneje que nos traíamos entre manos. Por ese último recuerdo que hundió a mi corazón en este oscuro recoveco.

El diablo, el mismo que, durante el baile, llevaba ese pintalabios rojo sangre. El mismo, que, si tenía ocasión, bajaba la mano de los hombros a la cintura, y de ahí pegando un último salto al trasero. ¿Te suena verdad? Ese diablo tiene tus curvas… Y tu nombre.
Yo, que me creía salvadora de mi corazón, y al final, fue este mismo quién me encarceló para correr a tu lado.

Y así fue como te adueñaste de toda mi materia sensible, mi alma y mi corazón, dejándome aquí en una oscura celda, en el fondo, donde lo único que me queda es mi ansiedad y este caparazón inerte que llamo cuerpo y juega a sentir.



Al final, todo mi ser se resume en ti, y en este cuaderno…

lunes, 8 de diciembre de 2014

Tormenta de Don Quijotes...

¿Después de la tormenta siempre llega la calma? O, más bien, ¿después de la calma siempre llega la tormenta?

Siempre fui de ver el vaso medio lleno, más que medio vacío, pero nunca me enseñaron qué hacer cuando el vaso cae y estalla en mil pedazos.

Nunca se me dio bien reconstruir cosas rotas, ni consolar a quién se le desprendió un pedazo, pero, lo que sí que aprendí fue a aparentar mil arcoiris, y dos mil primaveras para evitar la caída de alguien más…

Sé lo que es estar en el suelo.

Sé lo que es sentirse Don Quijote, luchando contra gigantes, monstruos inventados, de cruel carácter, que están más en el plano meta que en el físico…

Sé perseguir a Dulcineas, y sí, gracias al universo, he tenido a Sancho Panzas que me cuidasen las espaldas.

Pero…

¿Qué ocurre cuando Don Quijote es golpeado, literalmente, por la realidad?

¿Cuándo es ya imposible recomponer los pedazos de ese vaso?

¿Y si ya no te quedan más primaveras que fingir?

¿Qué ocurre cuando no sabes escuchar música que no sea de un triste piano llorando con cada tecla pulsada?

La tormenta se lleva la calma, los arcoiris y primaveras y se lleva a mi Dulcinea…

Y me deja con esta hostia de la realidad, con los pedazos de un vaso estrellado contra el suelo, con mis Sancho Panzas, y con este estúpido y llorica piano.

Se van los colores y ahora, como un perro vagabundo y abandonado, veo en blanco y negro, fingiendo entender todo a color para que alguien me recoja y me quiera en lo que dure esta tormenta.

Y entonces, parece que observo ese precioso color que llevo buscando toda mi vida.

Toda esa historia termina bajo el guardabarros de cualquier coche en una noche tormentosa.


Y… Ahora si…



Ha llegado la calma después de la tormenta…