domingo, 14 de diciembre de 2014

Ella ya no sabe volar

Ella, tan bonita como ninguna, tan triste como todas, y, sin embargo, más brillante que la luna.

Ella, tan tormenta y arcoiris al mismo tiempo. Con sus rayos y truenos que rompen los esquemas de cualquiera cuando se pone tacones.

Ella, que sonríe poco, pero cuando lo hace provoca huracanes que derriban a todo lo que se la interponga. Y, si alguien fuese capaz de descifrar su mirada, lloraría sólo de imaginar cuán ruinoso está su interior.

Ella, tan rota como una muñeca de porcelana en aquél baúl de los recuerdos, en el desván de tus abuelos.

Ella, tan juguetona con quién no quiere y tan distante con quien lo hace. No dejaba, ni deja que la quieran por miedo a querer. Por miedo a quererse. No sabe quererse, y tampoco quiere aprender a hacerlo.

Ella tan yo y yo tan ella que ni nos asemejamos.

Ella es simplemente ella y yo soy solamente yo.

Ella ya no sabe volar. Ha perdido las alas de ángel que tanto la costó ganar, y ahora en vez de surcar los cielos, vuela bajo tierra. Y ese, es un deporte que sólo la he visto practicar a ella.
Volar en lo alto del firmamento estrellado para caer en picado bajo tierra.
Perderse para encontrarse sin querer.
Estar acompañada demasiado sola y sola demasiado acompañada, y quizás por eso prefiere la soledad escogida a la impuesta.

Ella se cansó de las tergiversaciones de su historia, de los giros inesperados del destino y de mi.

Ella ya no quiere versos, sino besos. Besos de esos que no solo te llenan la boca. De esos que sirven para sus versos.

Ella, con su ímpetu de sobrevolar la ciudad, terminó "infravolándola", cómo si del metro se tratase, y con su vestido, sus tacones y su pintalabios rojo va en búsqueda de ese beso para sus versos. A veces, quiere creer que lo ha encontrado en los labios de cualquier desconocido, en un bar perdido. Pero, normalmente, entre copa y copa se escapa al baño, echa las mariposas alcoholizadas que revoloteaban como si aún fuese una adolescente, y se larga, a poder ser, por la ventanilla del lavabo para hacerlo más dramático.

Ella es la reina del drama, y ha llegado a la conclusión de que, quizás, su verso perfecto no existe...

Ella ya ni sobrevuela ni "infravuela", ella se infravalora.



Es más fácil querer las heridas ajenas a las de uno mismo...


No hay comentarios:

Publicar un comentario