domingo, 21 de septiembre de 2014

'No quiero ser un poeta'

Ella se levantó de la cama, se incorporó, pisó el suelo repleto de cosas de su, como siempre, desordenada habitación. Se levantó, y aún a pesar de los gritos de su madre, y de que tuviese la regla, todo apuntaba que iba a ser un grandioso día. Tomó una ducha más larga de lo habitual, dejando que su cabeza resacosa se despejase de una vez por todas. Nunca entendió el por qué de esta reacción del cuerpo al alcohol, no era tan malo, ¿verdad?
Tras muchos años de perfeccionamiento, ella había desarrollado su propio método anti-resaca. Tomaba una ducha larga y caliente, se vestía a base de sudaderas tres o cuatro tallas más grandes de las que debería ser la suya y engullía todo el chocolate que encontraba a su alcance. Sabía de sobra que no era una rutina sana, pero, realmente hacía tiempo que no la importaba nada. 
Un par de minutos más tarde, después de realizar su rutina anti-resaca, salió a la fría y pequeña ciudad. Recorrió los parques en búsqueda de recuerdos. Cada vez que se emborrachaba y perdía la noción de los actos que había hecho la noche anterior, vagaba por los parques en búsqueda de recuerdos, así que se dirigió al parque donde comenzó la noche. Y comenzó a recapitular.
El parque era un resquicio entre la pequeña ciudad donde perderse, parecía un gran bosque donde encontrar duendes y hadas. Por la noche era maravilloso perderse entre la espesura del mismo en búsqueda de un claro para mirar las estrellas. ¡Exacto! ¡Mirar las estrellas! Ahora lo recuerda, estuvo con alguien mirando las estrellas. ¿Cómo no podía haberse acordado de eso antes? ¡Había estado soñando con ese momento durante, muchísimo más, que meses! No había sido con alguien cualquiera. Había sido con alguien. Quizás no lo entendéis, alguien era esa persona que todos tenemos, ese amor platónico que, con solo una mirada y con solo una sonrisa se ha ganado tu alma. Alguien, es esa persona que crees ver en todos los lados y cuando descubres que no es quién tú creías, la decepción cruza tu rostro inevitablemente. 
Pero, ¿cómo había llegado hasta ahí? 
Siguió vagando por la espesura del parque hasta que se la ocurrió una solución para poder recordar. Cruzó por tres o cuatro caminos, ignoró unas cuantas señales y mesas de picnics. Ante sus ojos apareció su lugar favorito, ya no sólo del parque en si, sino, del mundo. Puede que fuese el sitio, a parte de su cama en el que más tiempo había invertido en el mundo. Entre la espesura del parque se encontraba una gran piedra con la inclinación perfecta y lo suficientemente plana para no hacerse daño al tumbarse. Allí solía ir para pintar, escuchar música, evadirse de los problemas, y sobre todo, para llorar. Ella jamás permitía que nadie la viese llorar. Aquello venía de un gran trauma, ya que en el colegio, lloraba siempre que contaban el cuento de los tres cerditos, ya que era una injusticia que al lobo le pasase algo, ¡a saber que le habían hecho los cerditos para que el lobo se pusiese tan enfurecido! Seguro que los tres cerditos eran los cuatro chulos que creían mandar sobre el mundo entero. Seguro que el mayor le quitó la novia al lobo con la escusa de que tenia una gran casa de ladrillo.
Divagando en su ensimismamiento, volvió a recordar otra cosa. En su recuerdo está ella, sentada en esa piedra, fumando. Fumando demasiado y llorando con el litro de vino al lado. De repente aparece una muchacha con la que acaba de empezar a salir de fiesta. Ella trata de esconderse para que no la vea llorar pero es demasiado tarde. La muchacha aparece, y se sienta a su lado. La da un fuerte abrazo y la dice que todo va a estar bien. Que alguien, realmente no la merece, que habrá algo muchísimo mejor que la sepa valorar y cuidar. Ella no sabe por qué, pero abraza a la joven muchacha. Normalmente habría evitado el contacto con cualquier persona en cuestión, sobre todo sintiéndose así. Se habría puesto agresiva pero, esta vez, había algo diferente. Algo muy fuerte la tenia que haber hecho ese alguien en cuestión para que dejase acercarse a la muchacha
El recuerdo termina ahí. Ella abrazada a la muchacha
Todo empieza a cobrar sentido cuando ella ve a una sombra acercarse. Nadie conoce ese lugar, excepto la muchacha. Ella no entiende qué está pasando hasta que la ve aparecer. Entonces, cual flash-back de película, todo vuelve a su mente. 
Tras haber quedado con sus amigas, entre las que se encontraban alguien y la muchacha, la cosa empezó a desvariar mucho, empezaron a beber y a hablar de cosas demasiado bizarras. Todas decidieron irse a por algo de beber mientras que ella y alguien ya estaban servidas, así que decidieron quedarse. Ambas empezaron a divagar en la conversación que se tornó al tema sentimental, así que aprovechando que ambas estaban borrachas, ella decidió llevarla a algún sitio a ver las estrellas, como si de una comedia romántica se tratase. Una vez allí, y después de un par de horas de caricias, ella decidió besarla. Fue entonces cuando ambas se quedaron abrazadas y llegaron sus amigas. 
Lo cierto es que no habían alejado mucho de su punto de encuentro habitual, así que no era difícil de esperar que ocurriese aquello. Lo difícil de creer era lo que alguien, iba a hacerla. Ella se puso roja en cuanto la cabeza de una de sus amigas asomó la cabeza, pero alguien, mantuvo la calma y en cuanto sus amigas las preguntaron qué hacían, alguien, la dijo a la cabecilla del grupo, "Me debes cinco pavos, lo conseguí en menos de media hora". Ella se enrojeció, y entonces oyó la respuesta. "Búah tía, tú verás, si es que te mandaba unas cursiladas que como para que no esté detrás de ti". Ella salió corriendo, y dejó que las lágrimas fluyesen. No lo podía creer. su amor platónico era lo peor, y estaba segura que ninguna de sus supuestas amigas la fuese a seguir, así que mientras corría, una parte de su ser se dejaba esparcir por el suelo. Corrió tanto que los pulmones la dijeron que no aguantaban más (al fin y al cabo, el tabaco ya la habían hecho estragos), y se dio cuenta de dónde se encontraba. Estaba en su sitio especial. 
Se dejó caer en la piedra, y mientras suspiraba, miró entre las espesas hojas de los árboles la gran luna llena que se cernía sobre ella, tratando así de alejar sus penas. Pero las lágrimas no dejaban de caer sobre el rubor de sus mejillas que mostraban el ligero cansancio tras la carrera. Firmó un contrato de adelanto de su muerte con un cigarro, dos, tres y cuatro, pero cuando se disponía a acortar un poco más su vida, apareció la muchacha, y jamás se había sentido tan cómoda con alguien. 
Las lágrimas cesaron, los cigarros se consumieron y el alcohol se termino demasiado pronto. El alba se debía haber adelantado, o quizás las risas, sonrisas y anécdotas de ambas lo habían despertado por hacer demasiado escándalo. La muchacha, la había seguido durante toda su carrera al aislamiento, y al principio, decidió respetarlo, pero, al ver que ella necesitaba un abrazo, decidió aparecer en escena. Tras muchas miradas furtivas, sonrisas bobaliconas y abrazos sin venir a cuento, ambas se encontraron enfrente de la casa de ella, mirándose, sintiendo que el Adiós se acercaba, y era de las pocas cosas que ambas coincidían en que no querían que pasase. Después de muchos preámbulos, y de muchos, "Bueno, aquí estamos", y algún que otro "Debería ir subiendo antes de que se despierten mis padres", se dieron un abrazo y ella abrió la puerta, y fue entonces, cuando la muchacha soltó un leve suspiro, la agarró de la cintura y la besó. Ella la devolvió el beso pero, el sol comenzó a subir demasiado rápido, y ella se vio obligada a subir a casa. En cuanto consiguió llegar a la cama, contener las nauseas del alcohol que aun quedaban y no hacer ruido, sonó el despertador de su madre y de pronto, se quedó dormida. 
"Em... Hola, esperaba encontrarte aquí..." Dijo la muchacha. ¡Mierda! Seguro que viene para decirme que no la intereso, pensó ella, seguro que en algún momento la lié o que era otra apuesta. "Bien, pues, aquí estoy, cuéntame..." dijo ella tratando de parecer más fría de lo normal. La muchacha se acercó y se sentó a su lado "Verás sobre anoche, me gustas mucho, y, de verdad... Y sólo quería saber si..." Ella no la dio tiempo a decir una palabra más y la besó. 
Fue entonces cuando se dio cuenta de que, realmente, la muchacha había estado siempre ahí, y era la única persona que se merecía estar en aquel lugar con ella. Que siempre había estado ahí y que, si alguien podía ser su canon de pareja ideal, sería la muchacha, con su sonrisa despeinada. La única persona con la que podía dejar de ser una poetisa. No quería ser una poetisa con la muchacha. Ambas se merecían mucho más que palabrerías de poeta. Y decidieron que las yagas que cada poeta o poetisa las habían hecho, las curarían a besos. Sin comas, sin paréntesis y sin prisas.

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