lunes, 22 de septiembre de 2014

Fuego. Hielo.

Una lágrima rueda por su mejilla llevándose con ella una parte de sí misma. Arrastrándola hacia un mar repleto de sal. Sal que supuestamente saciará su vacío. Que curará la putridez a la que se enfrenta. Y ya no puede evitarlo, se ha hundido y ahogado junto aquella gotita salada que surgió de sus ojos y resbaló por su mejilla desprendiendo partes de ella que no creía conservar.

Perdió lo poco que quedaba de sí.

Ya ha olvidado aquellas sonrisas que la trasladaban a la locura. Volaba ante cientos de ojos juzgadores aunque eso nunca la importó. Jugaba con el fuego, y antes de quemarla, la acariciaba su suave piel. Suavemente. Como si fuese la piel que ella anhelaba, dándola cariño con cada roce.

Pero fue entonces cuando ella pedía, exija, necesitaba más y más contacto. Sin miedo a quemarse. Necesitaba apaciguar a ese demonio que la decía, que la gritaba más y más fuerte. Y ella haría lo que fuese necesario. Sólo buscaba no sentirse un monstruo roba esperanzas. Quitando el elixir de la vida a quien más quería.

Anhelante buscaba cada vez más al fuego, ansiosa de sentir su abrazo. Aunque el fuego la rechazase, no llegó a importarla, su abrazo hacía tiempo que había dejado de ser suficiente.

Vagó en búsqueda del hielo, él la podría dar todo ese frío que al fuego le faltaba. Volvió al hielo, donde ella había nacido. Con quién había crecido y aprendido. Se reencontró con la seguridad de su infancia.

Cada vez que el fuego la rechazaba, ella acudía al hielo, que la acogía en su frescor. Dejando congelarse junto a las lágrimas del rechazo, los sentimientos de la muchacha.

Y fue entonces cuando ocurrió lo imaginable. Hielo y fuego enfurecieron y ella perdió a ambos, y como solución a la perdida, se ahorco con la estela de su lagrima. Tratando así de enmendar sus pecados, como si creyese en el cielo y el infierno...

Jamás el hielo y el fuego habían estado tan juntos. Unidos por un dolor común. Llorando por el mismo amor traicionero. Llorándola a ella, a quién nunca tuvieron.

Hielo y fuego se unieron en la misma causa, empedrarse hasta el núcleo de su ser. Empedrarse hasta que dejase de doler.

Piedra, difícil de atravesar, pero con demasiados huecos donde colarse.

Y esperando a otra muchacha que se cuele entre los grandes socabones que dejó la piedra.

Rezando por no tener que empedrarse de nuevo...

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