domingo, 8 de febrero de 2015

Elixir de Diosas.

Entonces sus labios chocaron. Tuvieron un "accidente" de corazones.

Perdieron el control y se convirtieron en eso.

En un beso.

Nada ocurría a su al rededor. No se oía ni un mísero paso en aquél bar. Ninguna voz desubicada... Nada osaba perturbar aquél beso. Ellas sólo podían escuchar sus respiraciones entrecortadas y su, cada vez más acelerado, corazón.

Aquél, llamémoslo, "accidente", derivó en otro beso.

Después en otro

Y otro más...

Poco a poco se hicieron adictas.

Adictas a ese néctar divino que solo ellas sabían elaborar juntas. ¡Oh Diosas del Olimpo que no quieren compartir su receta!

Un beso.

Después otro.

Y otro más...

Alguna que otra sonrisa entre medias...

Un beso se tornó más profundo. Ese beso las provoca. Las hizo sentir cada vez más sedientas y menos tímidas en ese juego de titanes que tan sólo ellas conocían.

Cuánto más juntas estaban, mayor era la necesidad de acercarse.

Y así ocurrió.

Una mano tímida se escapó a la cintura contraria, miedosa aún de ser rechazada.

Cómo si eso fuese posible...

La cintura, hambrienta, ordenó a su respectiva mano acercarse al cuello contrario.

Una escapada magistral fue necesaria para continuar con su receta.

Continuaron con la elaboración de su pócima mágica en aquella guarida. Un beso aquí, una caricia allá... Y así fueron creando ese elixir solo apto para aquellas diosas. 

Siguieron "accidentandose" una y otra vez.

Y así comenzaron con un juego más abrasador que el mismo fuego.

Más cerca, pero no lo suficiente.

Besos, caricias, besos, besos, besos, una sonrisa con no muy buenas intenciones, un suspiro junto con un beso en el cuello, sangre hirviendo...

Más besos.

Millones de besos.

Cientos de caricias. 

Unos cuantos suspiros. 

Dos versos demasiado bien planeados...




Una mano que se escabulle debajo de una falda ajena...

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