domingo, 22 de febrero de 2015

El tiempo era eterno.

El tiempo, con ella, era eterno.
 
Podía pasarme las siete vidas de un gato mirándola fijamente. Observar cómo miraba hasta el más mínimo detalle. Podía detenerme en cada vez que hacía un amago de sonrisa y apuntar las veces que de colocaba el pelo aunque estuviese perfecto.
  
No fui consciente de que estaba enamorada de ella hasta que rocé con las yemas de mis dedos su infinita espalda. Perdí nuestro inagotable tiempo acariciándola mientras dormía. Yo temía dormir por miedo a que sólo fuese un sueño y desapareciese, como siempre lo había hecho.

Bailamos con el tiempo. Le retamos a un duelo, pero no sabía que jugábamos con ventaja. No sabía que, como ella y yo, no hay mejor pareja de baile. No había oponente digno, ni tiempo, ni clima.

Aprendí que con ella el tiempo podía pasar demasiado rápido, o demasiado lento. Pero lo que más me gustaba de ella, era que, tanto rápido como lento, me hacía disfrutar hasta el último suspiro.
 
El tiempo, con ella, era eterno.
 
Cambiaba el compás de una canción de dubstep para convertirla en una balada  para poder acercarnos un poco más y bailar.
 
Convertía nuestros últimos segundos en horas cuando debíamos despedirnos.
 
El tiempo era eterno en su boca. En cada retazo de su sonrisa, en cada guiño de ojos, se encontraba la eternidad más plena que haya podido existir. Y juro que si alguien fuese capaz de abrazar su cintura, entendería que la solución a todas las guerras mundiales, la tiene ella entre sus sábanas.

Tan pacífica como problemática. Me he declarado eternamente en guerra con sus labios. Los mismos que sellan la paz al otro lado de a la cama la mañana siguiente y que más tarde inician otra contienda bélica a la luz de las velas.
 
Éramos capaces de enemistarnos con tal de vernos dos minutos, porque, ya os he contado, con ella el tiempo era eterno.
Y cómo hablar de sus besos...
 
Mejor no trato de hablar de ellos, porque todo mortal acabaría enamorado de su simple concepto.

Juramos hacer de nuestra vida un segundo eterno, indetenible e indestructible. 
 
El tiempo, con ella, era eterno.
 

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