martes, 12 de agosto de 2014

Espabila.

El viento sopla, la soledad se cala entre cada uno de mis huesos. Es justo lo que necesitaba, coger la moto, olvidar lo ocurrido. Evadirme en la adrenalina que todo conlleva. Corriendo el riesgo de estamparme contra la carretera en cualquier curva mal tomada mientras miro la luna. 
Joder, la luna. Nunca me había fijado en lo grande, brillante e impoluta que está cuando se deja ver en todo su esplendor. Nace de las horas muertas del día, y muere con el comienzo de un nuevo día. Siempre lo mismos. Nace en la muerte de lo más preciado del hombre, el día, y muere con el renacimiento del mismo. Ese símbolo de nocturindad, de cosas extrañas, subreales y malévolas. Y sin embargo, para mi, no es de las cosas más bellas que existen. 

Tengo ganas de que algo salga mal. Tengo ganas de que todo tenga una resolución, que no se quede todo así, en ese impás de felicidad y malestar. Aunque sea un suicidio, yo no quiero mantener la compostura, nunca más. No en este aspecto. No mientras yo misma me siga censurando y rompiendome por dentro poco a poco por no dañar al resto. Ya se acabo, estoy cansada de gritar contra la almohada de impotencia por no dar cuatro voces a quien de las merece. Cansada de ver que nada cambia mientras el resto, dentro de su malestar, no salen de su zona de confort por miedo. Estoy cansada de la gente tan cobarde que no lucha por ser feliz. Que se rinde y arrastra al resto con ellos. 

¡Sal de tu zona de confort y lucha por una vez en tu vida! ¡ESPABILA! 

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