sábado, 30 de agosto de 2014

Memoria de pez.

Siempre ha existido el mito de que un pez tan sólo tiene tres segundos de memoria, y es algo que realmente, en ciertas ocasiones nos sucede a los humanos. Nos enamoramos una vez, creemos que todo va a salir bien, y en algún momento de nuestra enajenación mental transitoria del siempre prometido, algo sale mal. Pasa un tiempo determinado, otros tres segundos de pez. Algo nos lleva a conocer a otra persona, y, por motivos "a" o "b" nos volvemos a enamorar. Nos enamoramos aceptando las mismas condiciones que llevábamos en una relación anterior, prometiéndonos, o quizás, más bien, rezando, que esta vez va a ser diferente.

Nunca nos dimos cuenta de la importancia que tiene un Te quiero, y ya no te cuento un Te amo. ¿Realmente estamos dispuestos a aceptar lo que esas palabras significan? ¿Te quiero porque te necesito, o te necesito porque te quiero? ¿Te quiero y después te amo, o simplemente te amo porque estamos juntos?

No creo que esas palabras describan un sentimiento tan grande como es el amor. Ni si quiera creo que el concepto de amor sea acertado. ¿Un ser humano sólo puede sentir amor hacia alguien de su misma raza, a alguien que le atraiga, por el mero hecho de saciar la necesidad que tenemos los humanos de sentirnos acompañados en ciertas fases? ¿Qué ocurre si alguien se ama tanto a sí mismo que, simplemente le agobia la dependencia de otro ser humano hacia si mismo? ¿Lo tachamos de miedo al compromiso, de huraño, asocial, ermitaño..?

Quizás, deberíamos crear un nuevo concepto de expresarnos, y sobre todo estas cosas, los sentimientos. Deberíamos aprender a expresar los sentimientos con nuestros actos, y no respaldarnos detrás de unas palabras que a la larga, como buenos humanos que somos, con "memoria de pez", olvidamos que hemos dicho. Sin embargo, cuando expresamos algo con un abrazo, una mirada, una sonrisa, es algo que realmente sentimos y que por lo tanto es algo que llevamos en nuestro interior grabado a fuego, algo que nunca se nos ocurriría negar, porque realmente lo sentimos.

Al igual que el Te quiero, Te amo, y demás falacias, existen miles de palabras que a diario decimos y que realmente no sentimos de verdad, lo siento, no te olvidaré, siempre estaré ahí, gracias... Todo ello son cosas que hemos dicho una vez en nuestra vida, y que no va a servir de nada haberlas dicho sin haberlo demostrado o antes o después. Realmente la sociedad está llena de falacias e ironías, y al final, no nos damos cuenta, de que las palabras pueden hacer mucho daño, y que a la larga, si no las sentimos o las demostramos, se nos pueden volver en nuestra contra.

No quiero decir que el que una persona que te diga te quiero o te amo te va a estar mintiendo, pero, dime, ¿de qué te va a servir que te diga mil versos de amor si realmente eso lo va a hacer con la primera persona que pase por su lado? ¿Realmente creerías a alguien que te dice un Te quiero y luego no hace otra cosa en tu vida que no sea dañarte?

Hay cosas que son muy fáciles de decir, pero muy difícil de demostrar, y no somos lo que decimos, somos lo que demostramos. Al final, los que salen perdiendo son los mismos que creen, aún, en la humanidad y en que no somos desechos sociales. Siempre acaban perdiendo los mismos, los que dan todo sin esperar nada a cambio, y a parte de no recibir nada, se llevan una hostia de regalo. Esos mismos que aún piensan antes de hablar, escribir y actuar. Esos que sienten, te dicen lo que sienten y lo más importante, te demuestran lo que sienten.

Pero, esto, como buenos humanos con "memoria de pez" cuando nos interesa, según nos damos cuenta lo olvidamos. Es mucho más fácil y menos doloroso pensar en uno mismo.

Es mucho mas sencillo, vagar como peces borregos al rededor de la pecera, y a los tres segundos, sentir que la pecera es un sitio nuevo y maravilloso que descubrir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario